Veintitrés años y siete meses después de que el enmohecido expediente por el magnicidio del director de El Espectador, Guillermo Cano Isaza , transitara los cenagosos caminos de la impunidad, la Fiscalía declaró el crimen como un delito de lesa humanidad; con base en denuncias periodísticas de este diario y otros medios sobre múltiples cabos sueltos en el proceso, insuficientemente investigados, la justicia busca identificar, de una buena vez a los autores intelectuales que silenciaron las solitarias denuncias que le lanzó, desde su Libreta de Apuntes, a la mafia.