Por Guillermo Cano Isaza

Libreta de Apuntes, septiembre 4 de 1983

De mantenerse los indicadores actuales sobre la insurgencia en la política colombiana de individuos con antecedentes judiciales delictivos y con presente y futuro ídem, reforzados por fortunas que harían palidecer de envidia a los 49 ladrones de la historia mágica de Alí Babá, no deberíamos extrañarnos si en el año crítico de 1986 las actuales mayorías honestas de Colombia, transformadas para entonces probablemente en minorías aisladas y perseguidas, estarán llorando de vergüenza lo que no pudieron o no supieron defender cuando todavía era tiempo de salvar a este lindo país colombiano de su degradación moral predecida y anunciada.

Esos indicadores muestran ya el ingreso de una clase emergente sin escrúpulos a altas posiciones de representación pública y de poder político y económico y que han llegado allí no simplemente para disfrutar inmerecidamente honores y favores que la República reserva a su mejores hombres, sino a manera de cabeza de playa para que detrás de ellos llegue la invasión masiva de quienes aun hoy permanecen a la expectativa o apenas inician los movimientos de desembarco en las escaramuzas políticas.

En estas últimas semanas el país asiste al desafío abierto de esa clase emergente, salida de entre el laberinto de los códigos penales pisoteados y violentados, que se muestra todopoderosa y soberbia a la luz pública sin el menor reato, sin timidez alguna, al contrario con ofensivo orgullo de exhibirse como lo que han sido y como lo son, descrestando auditorios incautos, apareciendo unas veces como mansas ovejas perseguidas y en veces como invencibles e intocables personajes a quienes no puede alcanzar la justicia ni mucho menos afectarlos el conocimiento público de sus fechorías indeleblemente marcadas en sus hojas de vida manchadas de delito.

Ha sido costumbre, y por desgracia exitoso sistema, el que se responda por quienes son cuestionados como indignos de entrar a ejercer los poderes políticos o judiciales en Colombia, que todo cuanto de ello se dice o se afirma es apenas un truco de sus enemigos para desprestigiarlos políticamente. Así han conseguido darle vuelta a la reacción popular a tal punto que encerrados por los jueces y con pruebas abrumadoras en su contra, resultan inexplicablemente reivindicados en las urnas. Pero si Colombia permite que esto continúe siendo así, no es improbable que en 1984 estemos escuchando difundidas a todo volumen por las grandes cadenas radiales o leyendo sus transcripciones en las revistas y en la prensa sensacionalista, grabaciones magnetofónicas de las primeras sesiones del Congreso colombiano de ese año futuro, en las que se recogen apartes más sobresalientes de los más formidables debates parlamentarios de que tenga recuerdo la vida republicana de Colombia.

La siguiente es una transcripción parcial de las cintas del Congreso en agosto 7 de 1986:

Senador P: Honorabilísimos colegas, al dirigirme a ustedes con el debido respeto que me merecen sus formidables éxitos profesionales y económicos y sus brillantes antecedentes en profesiones que nos son comunes, en estas primeras sesiones memorables de un Congreso renovado, con caras nuevas, que llegan a este gran recinto cargados de merecimientos por todos los pergaminos y títulos que los ennoblecen, me permito proponerles que, como primer acto soberano, nos comprometamos solemnemente a dos cosas, digamos por ejemplo: a terminar de una vez por todas con el cuento ese de los dineros calientes, declarando que no hay dineros sucios sino sólo dineros limpios. Y en segundo lugar, a poner fin a la extradición acordada con los Estados Unidos porque tenemos que defender a todos nuestros amigos, a todos aquellos que nos acompañaron en las jornadas electorales y nos dieron su voto para garantizarles su derecho a trabajar en lo que ellos quieren trabajar y como ellos saben trabajar…

Senador E: Muy bien dicho, dignísimo narcotraficante. Usted tiene la razón y puede contar con mi voto afirmativo para sus dos proposiciones que yo adicionaría, como tendré oportunidad de decirlo más a fondo en los próximos días, con una iniciativa que me viene dando vueltas en la cabeza desde hace varios años: la de legalizar la elaboración de cocaína pura como primer producto de exportación colombiano, indispensable para estabilizar la balanza de pagos de este país. Ustedes saben que de no haber sido por el esfuerzo de muchos de los que aquí estamos y de otros muchos que nos seguirán en las próximas legislaturas, al país se lo hubiera llevado el diablo en su balanza de pagos porque fueron los dólares de la droga los que…

(Gripa, disparos, risas que hacen inaudible las palabras del senador E.)

Senador N: Honorable gran capo de los estupefacientes. Si usted me permite, yo quisiera observarle con todo respeto que antes de ocuparnos de los trascendentales temas que su señoría y su colega de actividades nos han sugerido, iniciáramos un debate a fondo sobre las actividades de algunos jueces de la República cuyo comportamiento resultó para muchos de nosotros altamente lesivo en el pasado. Ustedes saben que me ha tocado sufrir en carne propia varias detenciones por delitos tan variados como la falsificación de documentos y de firmas, algo en tráfico de narcótico y hasta por un caso de homicidio. Esos jueces que en el pasado ejercieron su magisterio en evidente actitud persecutoria contra lo que es hoy la mayoría de este honorable Congreso, deben ser borrados de la historia para que su ejemplo no se repita ahora que nosotros tenemos el poder.

Senador S: Honorable homicida (perdóneme si lo llamo de esa manera, pero como usted bien lo dice es un honor y no una mancha haber sido vinculado a un proceso de homicidio y que por ello usted haya pagado injusta cárcel) usted, decía, honorable homicida, ¡es un mártir de la democracia! Les propongo aprobar hoy mismo una ley por medio de la cual se expurgan todos los expedientes que una Comisión de este Honorable Congreso debe designar ahora mismo para revisar y establecer si, a pesar de las limpiezas que hemos logrado hacer algunos de los aquí presentes, aún quedan algunos procesos en los archivos de los juzgados, tribunales y Corte. De esta manera nuestras hojas de vida brillarán impolutas ante la opinión pública y nuestros enemigos tendrán que callarse. Les taparemos la boca.

(Aplausos y ruidos como de disparos de armas de repetición. La presidencia pide silencio a las barras).

Senador L: Eso es genial, dignísimo incendiario. Así como se quemaron los archivos del Congreso, en el pasado, ahora no se necesitará del fuego. Simplemente la Comisión de honorables colegas nos garantizará que en parte alguna de este país, quede rastro de nuestra vida pasada. Vamos a lavar nuestra hoja de vida. Como ustedes saben ya todos tenemos visa para entrar y salir de los Estados Unidos para mostrarles a nuestros malquerientes que tampoco en Estados Unidos hay nada que nos avergüence o algo de lo cual nos puedan sindicar. Las visas nos las dan porque ya somos parlamentarios elegidos. Esa es una de las prebendas que nos da esta posición que hemos alcanzado gracias a nuestro dinero repartido entre los más pobres e ignorantes, a quienes la única contraprestación que les hemos pedido es la de su voto…

Senadora C: Como honestísima vocera del sexo femenino que representa a la nueva clase emergente que consigue llegar clamorosamente a este debate tan constructivo y de inspiración y con objetivos tan trascendentales para el bien común que nos identifica, me parece que sería conveniente incluir en los proyectos que vamos a aprobar a la mayor brevedad, algo referente a la libertad de los espacios aéreos que nos garantice la libre y segura movilización de nuestros equipos aéreos y los de nuestros amigos para racionalizar el rendimiento productivo del negocio de la exportación de las malas hierbas y sus derivados más refinados, en la seguridad de que el proteccionismo a las flotillas del narcotráfico, significaría un enorme ingreso extra de divisas al país con lo cual, como bien lo anotaba el honorabilísimo gran capo de los estupefacientes, Colombia se convertirá en el paraíso de la abundancia y en el territorio privilegiado de la moneda dura. Los aeropuertos dizque llamados clandestinos, deben ser declarados de utilidad para el narcotráfico y se debe proteger a las recuas de mulas que hoy trabajan a destajo con un código laboral que les garantice toda asistencia social para el tratamiento de las enfermedades profesionales y las proteja con un seguro de vida contra los lamentables accidentes que suele costarles la vida cuando en sus entrañas se revientan los alimentos que transportan para abastecer los mercados extranjeros.

(Desde la sala de prensa, una gritería ensordecedora apaga por completo las palabras de la ilustrísima senadora elegida por la circunscripción electoral de las mulas).

Senador O: Es para mí un espectáculo impresionante, honorables narcotraficantes, dignísimos falsificadores, respetabilísimos homicidas, eminentísimos incendiarios, serenísimos sustractores de cintas de extractos bancarios reveladoras y comprometedoras, comprobar cómo hemos logrado imponer para esta recién inaugurada legislatura unas mayorías en que se identifican de manera tan clara nuestros intereses con los intereses de la corrupción que queremos legitimada por este Congreso, antes repugnante escenario de la honestidad y de la decencia. Porque nosotros somos humildes trabajadores que hemos hecho nuestras fortunas con el sudor de nuestra frente, acumulando millones sobre millones con esfuerzo y a riesgo de ser mal interpretados, y si estamos aquí es porque el pueblo así lo ha querido. Nuestros detractores y enemigos nos mostraron como lo que somos, traficantes de estupefacientes, incendiarios, homicidas, ladronzuelos, escamoteadores y mafiosos. Pero el pueblo se encargó de derrotarlos.

Ahora, con ese respaldo que hemos conseguido, bastando apenas un pequeñísimo porcentaje muy modesto de nuestras fortunas, para pagar favores, construir casas, regalar tierras, modelar estadios, comprar conciencias, callar la justicia y corromper la democracia, debemos preceder a recibir los dividendos que esperábamos, no importa lo que de nosotros se siga diciendo. Por la instauración de la inmoralidad en la República, ¡a la carga!…

(Ovación clamorosa y descarga cerrada de pistolas ametralladoras en las barras. Una verdadera apoteosis, al decir de un comentarista radial).

Moraleja

Sobra decir que una grabación igual, fue lograda en la Cámara de Representantes. Las cintas del Congreso de 1986 son, hoy en 1983, simple imaginación y cualquier parecido con personas vivas o muertas es, por ahora, pura coincidencia.
Pero ¡Dios de Colombia nos libre!, esto podría suceder si el pueblo colombiano no se despierta a tiempo. No es que se diga que viene el lobo. Es que el lobo ya vino. Esta entre nosotros.

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