Sus investigaciones habían tocado a la familia presidencial de Azerbaiyán, su país, y esta, según han expresado ella, su abogada y múltiples defensores de derechos humanos, es la verdadera razón detrás de su encarcelamiento. Mientras ya estaba tras las rejas, allanaron su estación radial, detuvieron e interrogaron a trabajadores del lugar, confiscaron material periodístico y sellaron la sala de redacción. Khadija fue liberada el 25 de mayo de 2016, por una decisión en segunda instancia, de la Corte Suprema de su país.
La carrera de esta azerbaiyana incluye varios periódicos en su lengua natal, en inglés y ruso, así como posiciones en radio. Además del galardón que entregan Unesco y la Fundación Guillermo Cano, ha sido ganadora del Global Shining Light Award (2013), en compañía de otros colegas; el Courage of Journalism Award (2012), de la International Women’s Media Foundation; y el Premio Gerd Bucerius de Prensa Libre en Europa del Este (2012), de Zeit-Stiftung.
La valentía de su trabajo se nota por los temas que ha abordado, en un país que lleva cuatro años ocupando los últimos lugares del índice mundial de libertad de prensa y descendiendo cada vez más en este ranking. Ella ha develado casos de corrupción del alto gobierno en su país, ha expuesto los negocios lucrativos de la familia del presidente Ilham Aliyev y los intereses de sus hermanos en contratos nacionales, ha sacado a la luz los malos manejos en el sector financiero estatal, ha denunciado irregularidades como la privatización de parte de la aerolínea AZAL y ha trabajado de la mano con el Consorcio Internacional del Periodistas de Investigación para revelar los secretos que esconden los paraísos fiscales en el mundo.
Precisamente, teniendo en cuenta esa valiosa trayectoria, sus compañeros de OCCRP crearon, el día de su cumpleaños número 39 y cuando llevaba más de cinco meses tras las rejas, el Proyecto Khadija, con el que buscan continuar las investigaciones que esta reportera estaba adelantando. Iniciativas como esta, que anteriormente se han dado en otros lugares como Arizona, Estados Unidos, y Manizales, Colombia, consisten en el trabajo conjunto de varios periodistas de distintas regiones que se unen para llevar a término las investigaciones de colegas asesinados, perseguidos o amenazados. Este modelo blinda al equipo de los ataques puede sufrir un reportero trabajando solo y contrarresta la censura que quiere ejercer algún agente de poder.
El Proyecto Khadija ganó en 2015 el premio Tom Renner que entrega la organización estadounidense Investigative Reporters and Editors –IRE-. Según cuenta Andrew Sullivan, editor de OCCRP, Khadija estaba investigando la industria de las telecomunicaciones en su país y empezó a sentir que sus hallazgos la estaban metiendo en serios problemas, hasta que terminó en la cárcel. Entonces, sus compañeros ayudaron a terminar las pesquisas y demostraron que la mayoría de las compañías del sector pertenecen a la familia presidencial; además, que éstas exigieron y recibieron sobornos por hasta un billón de dólares de empresas occidentales de comunicaciones. Estas revelaciones tiene en líos a las compañías pero no a la familia del presidente.
Para Sullivan, muchos los periodistas que han participado en este proyecto son héroes anónimos, cuyos nombres no pueden ser revelados para evitar retaliaciones, pero que han arriesgado constantemente su seguridad para detener la censura. De hecho, algunos de ellos han visto a sus familiares ser encarcelados por cargos falsos como consecuencia de su trabajo investigativo.
En cuanto a la situación jurídica de Khadija, inicialmente fue llevada a prisión para estar allí dos meses, pero al momento de recibir el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco/Guillermo Cano en 2016, completaba 515 días en la cárcel y estaba cerca de su cumpleaños número 40, el 27 de mayo.
Esta experimentada periodista estuvo recluida en una cárcel de Baku, la capital de Azerbaiyán. En septiembre de 2015 fue sentenciada a 7 años y medio de prisión por cargos de malversación, manejo de negocios ilegales, evasión de impuestos y abuso de poder; y fue absuelta de la acusación de haber incitado al suicidio a una colega.
“Esta sentencia representa otro golpe al respeto por los derechos humanos, la adhesión a la democracia y el estado de derecho en Azerbaiyán”, dijo en aquel momento Nils Muižnieks, consejero del comisionado de Europa para los derechos humanos. Dicha condena fue la que revocó la Corte Suprema de Justicia de su país, cuando ordenó su liberación en 2016.
Esta no es la única persecución que ha sufrido la periodista. En 2012, agentes desconocidos instalaron una cámara escondida en su habitación y grabaron momentos íntimos con su novio, que luego fueron publicados cuando ella se negó a silenciar su trabajo.
“Sí, se paga un precio, pero ¡vale la pena! Mi arresto demuestra una vez más que hay que construir una nueva realidad en la que decir la verdad no requiera valentía”, dijo Khadija en una carta pública que escribió en prisión.
Al preguntarle a Sullivan sobre las razones por las que cree que su colega merece el Premio Mundial de Libertad de Prensa, contó que “Khadija sabía que sería detenida al regresar a Azerbaiyán. Se le dijo a través de intermediarios. El gobierno había publicado un manifiesto de 60 páginas acusándola de traición. Ella había hecho lo que nadie se atrevía: reportear sobre las hijas del presidente, que mantienen gran parte de la riqueza del país. Ella sabía lo que le pasaba a quienes se metían con el presidente. Ella sabía de su naturaleza vengativa y de la brutalidad que dispensa a su propia gente. Ella sabía exactamente cómo estaban las cosas. Pero regresó de todos modos. Pensaba que, si ella, con todas sus conexiones y relaciones internacionales, podía evitar ser arrestada, luego los otros reporteros sin esas conexiones serían aplastados. Así que se sacrificó para ayudar a los demás y para llamar la atención sobre la situación de libertad de prensa. No puedo pensar en ningún otro sacrificio, un sacrificio consciente, por la libertad de prensa”.
Fotos de la ceremonia de entrega del Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco/Guillermo Cano, el 3 de mayo de 2016, en Helsinki, Finlandia: ver las fotos