Lydia Cacho
Lydia Cacho
El 12 de abril de 1963, en Ciudad de México, nació Lydia Cacho, una mujer que desde joven mostró un interés por la literatura y por la defensa de los derechos humanos de niños y mujeres, claramente maltratados en su ciudad y en su país.
Desde que llegó a Cancún, lugar donde ha desarrollado gran parte de sus investigaciones y donde ha encontrado las mayores irregularidades en el tema de violencia de género y maltrato infantil, su interés fue denunciar los vínculos de la clase política mexicana con la pederastia infantil y la pornografía. En el año 2000, fundó en compañía de organizaciones de libertad de género el Centro Integral de Atención a las Mujeres, un lugar especializado de atención a mujeres, niños y niñas, víctimas de violencia doméstica y sexual.
En el periodismo, ha sido “columnista del periódico La voz del Caribe, directora editorial de la revista Esta boca es mía: apuntes de equidad y género, conductora del programa de televisión con el mismo nombre, colaboradora de opinión en el noticiero Detrás de la noticia, especialista en temas de violencia y género para la Agencia de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), autora de varios ensayos sobre violencia y VIH-SIDA con la Universidad Laval de Quebec y Editorial Trillas y con la revista La ventana de la Universidad de Guadalajara, según su página oficial que además presenta un recuento histórico de la labor de la periodista y un blog donde víctimas pueden hablar y denunciar este tipo de violaciones.
Pero realmente Lydia Cacho comenzó su lucha en 2005. Con la publicación de su libro Los demonios del edén. El poder que protege a la pornografía infantil, un texto que puso, según del diario El Universal de México, “al descubierto la protección que recibía de políticos y empresarios Jean Succar Kuri, propietario de los negocios Coral Reef, Villas Solymar, acusado de comandar una red de prostitución y pornografía infantil con ramificaciones en Los Ángeles, California”, Cacho recibió una demanda del empresario libanés Kamel Nacif Borge por calumnia y difamación.
Desde ese entonces, Lydia Cacho ha sufrido lo que Amnistía Internacional reconoce como un “acoso judicial”. Por orden del Estado de Puebla, lugar de residencia de Borge, la periodista fue detenida durante 30 horas, en una medida arbitraria y corrupta según investigaciones posteriores, y debió pagar una multa de 10.000 dólares para poder salir. Si el caso Lydia Cachose resuelve en contra de ella, deberá pagar hasta cuatro años de prisión.
Aparte de eso, la periodista debió soportar amenazas desde 2005, incluso saboteos a su automóvil y acosos policiales. Pero más allá de las amenazas, de los obstáculos o de las trampas, Cacho siguió haciendo periodismo y denunciando, esta vez, las muertes violentas de cientos de mujeres jóvenes en Ciudad Juárez, al norte de México.
El 3 de mayo de 2008, Lydia Cacho recibió el Premio Mundial de la Libertad de la Prensa Unesco/Guillermo Cano porque según el presidente del jurado Joe Thloloe “continúa denunciando la corrupción política, el crimen organizado y la violencia, frente a amenazas de muerte, ataques contra su vida y batallas legales. Para mí, un periodista o una periodista que conoce el ambiente antagónico en el que se mueve y continúa cumpliendo el deber de mantener informados a sus lectores, oyentes o telespectadores sobre la sociedad en la que viven, merece reconocimiento por su contribución a la libertad de expresión en el mundo. Lydia Cacho es una persona así, y merece este premio”.
Desde entonces, la periodista sigue escribiendo columnas en El Universal y está aún a la espera de un fallo que certifique su investigación y condene a quienes agreden a los niños y a las mujeres de su país.