libertad de prensa

El periódico nicaragüense La Prensa será galardonado con el Premio Mundial a la Libertad de Prensa UNESCO/Guillermo Cano 2025 el próximo 7 de mayo en Bruselas, Bélgica. En la antesala de la premiación, la redacción de este diario publicó este 3 de mayo un artículo en homenaje a Guillermo Cano Isaza, exdirector de El Espectador, quien fue asesinado por la mafia en Colombia y se convirtió en uno de los principales referentes de la libertad de prensa a nivel mundial.

Lea aquí el artículo completo en la versión digital de La Prensa

Guillermo Cano, el valiente periodista cuyo nombre lleva el premio mundial otorgado a LA PRENSA

El director del periódico colombiano El Espectador fue asesinado en 1986 por el Cartel de Medellín, pero su lucha no fue solo contra el narcotráfico de su país, sino también por la democracia y la libertad.

Redacción Domingo
Publicado 3 de mayo de 2025

Eran las 7:15 de la noche del miércoles 17 de diciembre de 1986, cuando Guillermo Cano redujo la velocidad de su camioneta para hacer un giro en U en una calle de Bogotá, en una esquina cercana a la sede de El Espectador, el periódico de su familia y que Cano dirigía desde 1952.

La idea de Cano era tomar la avenida 68 de la capital colombiana y dirigirse hacia el norte, rumbo a su casa, pero, un individuo que lo esperaba en el separador central de la avenida, y que luego huyó en una moto junto a un cómplice, se acercó a la ventanilla izquierda del vehículo y le descargó una ráfaga a quemarropa. El director de El Espectador perdió el control del automotor y se estrelló contra un poste del alumbrado público.

Testigos del atentado, entre ellos periodistas de El Espectador, lo llevaron a la clínica de la Caja Nacional de Previsión, donde lo recibieron ocho médicos que no pudieron hacer mucho por el periodista, porque también fueron ocho los proyectiles que afectaron órganos vitales de Cano, quien falleció a las 7:57 de esa misma noche.

El vehículo de Guillermo Cano estrellado en el poste de alumbrado eléctrico, después que le dispararon. LA PRENSA/ CORTESÍA

Nunca hubo una investigación que aclarara con detalles el crimen, cómo se fraguó, ni que responsabilizara con nombres y apellidos a los que pagaron para que fuera asesinado. No se supo con exactitud todo lo que había detrás.

Sin embargo, indica su hijo Fernando Cano Busquets, todo estaba claro. Fue el narcotraficante Pablo Escobar quien lo mandó matar, junto a sus socios del cartel de Medellín, entre ellos su primo Gustavo Gaviria, los tres hermanos Ochoa Vásquez, así como Gonzalo Rodríguez Gacha, apodado El Mexicano.

Lo hicieron porque Cano, desde la redacción de El Espectador, en la que no solo dirigía a los periodistas, sino que también escribía los editoriales y una columna llamada Libreta de apuntes, comenzó a alertar a la sociedad colombiana sobre los peligros de los carteles de las drogas desde que se originó este fenómeno en Colombia.

“Él desde un principio se da cuenta de las personas que se van enriqueciendo por los dineros del narcotráfico y que pueden ocasionarle al país muchos problemas y él empieza a denunciarlos. Se mete en esa guerra tan desigual con su pluma y en contra de las bombas y de las ametralladoras de los carteles de la droga. Así es como acaba su historia”, afirma Fernando Cano.

Desafortunadamente, añade su hijo, a Guillermo Cano se le conoce más por su lucha contra el narcotráfico colombiano, pero aclara que su padre fue más que eso, pues desde muy joven, cuando a la edad de 27 años asumió la dirección del periódico de su familia, se enfrentó a los ataques y la censura de las dictaduras colombianas, especialmente las conservadoras, así como la de la junta militar encabezada por el militar Gustavo Rojas Pinilla en 1953.

“Mi padre era un periodista cabal, que no le gustaba el protagonismo, que no estaba en los cocteles de las clases privilegiadas, que luchaba siempre por el bienestar de la sociedad, del colombiano común, porque entendía que el periodismo era eso, un servicio para la democracia y ese permiso que le daba la ciudadanía de expresar opiniones o de publicar noticias se debía agradecer con un ejercicio libre, un ejercicio responsable del periodismo”, asegura su vástago.

En 1997, se creó el Premio Mundial a la Libertad de Prensa UNESCO/Guillermo Cano que año con año distingue a una persona, organización o institución que haya contribuido de forma notable a la defensa o promoción de la libertad de prensa en cualquier parte del mundo, especialmente si tal contribución se realizó desafiando el peligro con valentía. Este es el único premio de las Naciones Unidas que premia a periodistas. Este 2025, LA PRENSA, de Nicaragua fue merecedora de este gran premio mundial.

Familia de periodistas

Guillermo Cano nació en 1925 dentro de una familia de periodistas. Su abuelo paterno, Fidel Cano Gutiérrez, fundó varios periódicos, entre ellos uno que se comenzó a imprimir en una “casucha” de la calle El Codo, en Medellín, en 1887.

Al principio, constaba de solo cuatro páginas, se publicaba únicamente dos veces por semana, y se le llamó El Espectador.

En la década de 1920, y cuando Cano aún no había nacido, su tío Luis Cano Villegas, entonces director de El Espectador, cerró la edición en Medellín y la trasladó a la capital Bogotá.

El padre de Cano, Gabriel Cano Villegas, también laboraba en El Espectador y llegó a ser igualmente director del periódico, en 1949, tras las administraciones de su padre y su hermano.

Cano, por su parte, ingresó a laborar en el periódico cuando cumplió los 18 años y recién se había bachillerado en un colegio en el que publicó un periódico estudiantil junto a algunos de sus compañeros de clases.

Por órdenes de su padre, los periodistas más experimentados de El Espectador le enseñaron el oficio a Cano. “No lo elogien, regáñenlo”, dijo su padre a los demás periodistas, en una actitud típica de la enseñanza de antaño, rígida y severa.

Guillermo Cano siempre fue aficionado a los toros. LA PRENSA/ CORTESÍA

Cano empezó familiarizándose con todo el mecanismo de impresión de un periódico, especialmente con los linotipos, unas máquinas que ayudaban a colocar manualmente las letras en la imprenta del diario. Terminaba lleno de tinta.

Luego, fue entrenado en el reporteo. Cano iba a recoger información a las oficinas públicas y también a las comisarías de policía, aunque también iba a espectáculos artísticos. A él le encantó el periodismo deportivo y sus eventos favoritos eran las corridas de toros.

Cano creció tanto en el periodismo que, en octubre de 1947, su padre y su tío Luis consideraron que era hora de irlo formando para que los relevara en la dirección del periódico y el primero de ese mes lo nombraron secretario de Dirección y Redacción, un puesto en el que comenzó a conocer los secretos del periódico.

También se ocupó de la edición dominical de El Espectador, para la cual elaboraba reportajes.

1952, según lo denunció la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), fue un año de muchas restricciones para la libertad de prensa en Colombia, especialmente por la polarización política que existía en el país, debido a las pugnas entre los dos partidos históricos, el liberal y el conservador.

En ese año, gobernaban los conservadores y El Espectador era un diario que había nacido liberal, aunque era independiente de ese partido político, afirma Fernando Cano.

Los de la SIP no estaban equivocados, porque el 2 de septiembre de 1952, cinco policías murieron en un ataque de guerrilleros liberales en el centro del Tolima.

En medio de la indignación y en el clima de confrontación partidista que existía en el país, los cadáveres de los uniformados fueron trasladados a Bogotá y colocados en cámara ardiente en una división de la policía frente al palacio presidencial. Durante toda la semana, se rindió homenaje a su memoria, pero también el hecho se convirtió en un detonante de violencia.

Guillermo Cano en su juventud. LA PRENSA/ CORTESÍA

Tras los funerales de los uniformados fallecidos, un grupo encabezado por varios policías la emprendió contra las instalaciones del periódico El Tiempo. Luego, continuaron con la sede del Partido Liberal.

Poco después, utilizando dinamita y gasolina, los manifestantes asaltaron las instalaciones de El Espectador y provocaron un tercer incendio y la paralización de la publicación del periódico.

El Espectador se volvió a publicar hasta el 16 de ese mismo mes de septiembre de 1952. Pero, la familia Cano decidió que era hora de que sangre nueva asumiera la dirección del diario y, un día después, Guillermo Cano fue designado en el cargo, cuando tenía solo 27 años de edad.

El patrón del mal

El actor colombiano Germán Quintero pasó muchas horas hablando con los hijos y la viuda de Guillermo Cano, a inicios del año 2012, antes de que iniciara la grabación de la serie televisiva El patrón del mal, que narra la vida del narcotraficante Pablo Escobar y en la que Quintero encarnó al periodista.

Quintero captó tanto la esencia de Cano, que luego integró en el guion de la serie indicando cómo fue la forma de ser de su personaje en la vida real.

El actor dijo después que tuvo mucho cuidado para interpretar a Cano, porque se trataba de un personaje icónico en Colombia y que era algo reciente su recuerdo en la sociedad colombiana.

“Esa parte (la interpretación de Quintero) sí es muy fiel. Él, antes de empezar a grabar la serie, vino y habló con mis hermanos y conmigo y con mi mamá. Le dimos algunas pistas y él lo señaló muy bien. Lo interpretó bien porque lo que se ve en esa serie es como él era habitualmente en la Redacción del periódico”, asegura Fernando Cano.

Cano era diferente al editor regañón o que suele gritarles a los periodistas, indica su hijo. Si algún periodista cometía un error, o se le pasaba una información que sí publicaba la competencia, el peor regaño de Cano era llegar donde el periodista y decirle: “Hola, ¿qué le pasó?”.

“Eso era lo peor que le podía pasar a uno como redactor, que mi padre le dijera eso. Pero, no había más. No había una subida de tono, no había una amenaza de echarlo del periódico”, dice Fernando Cano.

En el seno familiar, Cano también era como aparece en la serie, un padre y un esposo muy de familia. Una persona bastante tímida. Según Fernando Cano, la forma de ser de su padre contrastaba mucho con el poder de sus escritos, a los que le imprimía vigor a la hora de denunciar lo que era un peligro para la sociedad colombiana o para la democracia del país.

Cuando salía del periódico y regresaba a su casa, Cano no comentaba las noticias porque casi siempre eran malas y no le gustaba llevar la tensión del trabajo al espacio que compartía con su esposa y sus hijos.

Su esposa y sus hijos, los grandes amores de Cano. LA PRENSA/ CORTESÍA

Su hija María José Cano, en una entrevista para un libro biográfico de su padre, Tinta indeleble, señala que el diario vivir de su padre era tranquilo. Le gustaban la navidad y cantar. Viajar a Europa. Y se quedaba dormido escuchando radio.

“No recuerdo un regaño suyo nunca. Siempre fuimos muy consentidas. Tuvimos con él una relación superbuena. Era más exigente con los muchachos. Podía llegar cansado y notarse, pero todos los días comíamos juntos, conversábamos y veíamos televisión a su lado, porque le encantaban las películas policíacas como Misión imposible o Ironside… Solo le molestaba que habláramos sin argumentos o que no leyéramos el periódico”, recuerda María José Cano.

Cano se enamoró de una colombiana de padre catalán, Ana María Busquets, desde que ella tenía 16 años de edad y él 26. Pidió la mano de ella y el padre se la dio con la única condición de que la joven terminara el bachillerato.

Se casaron el 6 de abril de 1953, cuando ella ya era bachiller y Cano director de El Espectador. Busquets aun vive.

El mayor de los hijos del matrimonio es Juan Guillermo y le siguen Fernando, Ana María, María José y Camilo Cano Busquets.

Investigar la corrupción

Guillermo Cano adquirió mucha agudeza periodística a la hora de detectar lo que estaba mal en Colombia.

Eso ocurrió, por ejemplo, en 1982, cuando leyó un comunicado de prensa de la superintendencia nacional de valores de Colombia, que hablaba de unos autopréstamos que se habían realizado dentro de uno de los más grandes grupos empresariales del país en esa época, Gran Colombiano, a cuya cabeza estaba el empresario Jaime Michelsen, familiar del expresidente colombiano Alfonso López Michelsen.

“Mi papá vio que había algo mal y les dijo a los periodistas de la sección judicial que investigaran el comunicado. Y de ahí surgió una gran investigación que acabó con ese grupo económico que dominaba la economía del país”, dice Fernando Cano.

A la izquierda, Cano y su esposa Ana María Busquets. Y, a la derecha, Gabriel García Márquez, quien laboró en el diario El Espectador. LA PRENSA/ CORTESÍA

Como El Espectador, de la mano de Cano, puso al descubierto irregularidades del emporio económico, el Grupo retiró la pauta del periódico para asfixiar sus finanzas, algo a lo que Cano, en un editorial, llamó la “tenaza económica”.

Sin embargo, la contundencia de las denuncias del periódico ocasionó que Jaime Michelsen Uribe fuera relevado de la presidencia del Grupo, en principio; que el emporio desapareciera, tiempo después, y que, finalmente, Michelsen terminara preso.

Pablo Escobar Gaviria

De esa misma forma que ocurrió con el grupo Gran Colombiano, Guillermo Cano también tuvo la suspicacia para detectar el peligro que Pablo Escobar representaba para el país, cuando, igualmente en 1982, el narcotraficante fue elegido diputado suplente a la Cámara de Representantes del Congreso de Colombia.

En su columna Libreta de apuntes, Cano expresaba lo raro que era que Escobar no sabía explicar de dónde provenía todo el dinero que poseía y que se evidenciaba con sus actividades benéficas en Medellín, en favor de los pobres, y que también le sirvió en su campaña electoral para diputado.

“Lo que ya se sabía desde entonces era que ese dinero era producto del comercio de narcóticos”, comenta Fernando Cano.

Ante los señalamientos, en una ocasión Pablo Escobar dijo, desde el mismo salón del Congreso, que, si alguien tenía alguna prueba en contra de él como narcotraficante, que la mostrara y que él al día siguiente iba a renunciar a su curul.

Cano empezó a decirle a sus periodistas que investigaran, porque él tenía la idea de que había visto en una foto a Pablo Escobar detenido, y también una de su primo Gustavo Gaviria.

Los periodistas de El Espectador empezaron a buscar en los archivos del periódico y también en el archivo fotográfico, y encontraron la fotocopia de una publicación del departamento administrativo de seguridad, que entonces se llamaba DAS, y ahí aparecían las fotos de Escobar y su primo Gustavo Gaviria, así como un resumen de que habían sido detenidos en una carretera de Nariño, fronterizo con Ecuador, cuando iban hacia Medellín y les encontraron droga en las llantas del vehículo en el que viajaban.

Cano indicó a los periodistas que buscaran el expediente judicial del caso, pero no lo encontraron ni en Bogotá ni en Medellín.

Una llamada que realizaron al periódico los alertó de que el caso estaba radicado en la capital de Nariño, en Pasto. Uno de los periodistas fue hasta Pasto y lo encontró.

“Lo que se iba sabiendo es que ese expediente se había perdido en las demás entidades judiciales, o sea, en Bogotá no estaba, en Medellín tampoco. Y era porque Pablo Escobar había ordenado hacer desaparecer esa acusación o esa reseña contra él. Pero se le olvidó que el original estaba en Pasto, en Nariño”, explica Fernando Cano.

Cuando toda la información estaba corroborada, Cano ordenó la publicación junto con una imagen de la edición de El Espectador en la que se había publicado la detención de Escobar y Gaviria.

“Se publica ese episodio y al otro día Pablo Escobar renunció y le tocó irse para sus dominios en Medellín”, dice Fernando Cano.

Guillermo Cano continuó denunciando los crímenes de los carteles de la droga, especialmente del de Medellín, que era el liderado por Escobar, quien había decretado una especie de sentencia de muerte contra Cano desde el día en que se publicó su antecedente en El Espectador como narcotraficante.

La familia de Cano vivió bajo zozobra desde entonces, pero el periodista no quiso que la Policía colombiana le pusiera escolta, pues no se sentía libre con alguien al lado, indica Fernando Cano.

Fue el 17 de diciembre de 1986 cuando Pablo Escobar ordenó que se ejecutara la sentencia contra el periodista, a las 7:15 de la noche de ese miércoles.

El próximo 12 de agosto, Cano habría estado cumpliendo 100 años de edad.

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