Ana María Cano Villazón (derecha) representó a la Fundación Guillermo Cano en la entrega del premio a Fabian Medina Sánchez (izquierda), Jefe de Información de La Prensa de Nicaragua. / Archivo
A continuación presentamos el discurso de la Fundación Guillermo Cano en el marco de la ceremonia de premiación del Premio Mundial a la Libertad de Prensa UNESCO/Guillermo Cano, que se realizó este 7 de mayo en Bruselas, Bélgica. La encargada leerlo y entregar el reconocimiento al periódico La Prensa de Nicaragua fue Ana María Cano Villazón, nieta del exdirector de El Espectador.
Buenas noches a todos y todas,
Hoy me honra profundamente estar aquí, en representación de la Fundación Guillermo Cano, en un año especialmente significativo para mí y para mi familia: el centenario del nacimiento de mi abuelo, Guillermo Cano Isaza, cuyo legado sigue inspirando la defensa de la verdad y de la libertad de prensa en todo el mundo.
El Premio Mundial a la Libertad de Prensa UNESCO/Guillermo Cano no solo lleva su nombre. Lleva también su causa: la de recordar que el periodismo independiente, libre y valiente es esencial para la vida en democracia. Cada año, este premio reconoce a periodistas y medios que, en circunstancias a veces inimaginables, han defendido el derecho de sus comunidades —y del mundo entero— a saber la verdad.
A lo largo de su historia, este reconocimiento ha resaltado historias extraordinarias de coraje: nombres como María Ressa, Jineth Bedoya, Niloofar Hamedi, Elaheh Mohammadi, Narges Mohammadi o Jesús Blancornelas, quienes nos recuerdan que la libertad de prensa no es un derecho garantizado, sino una conquista diaria que puede costar la vida.
Para nosotros, este año tiene un significado especial. El 12 de agosto conmemoraremos los 100 años del nacimiento de Guillermo Cano, una oportunidad para recordar su legado, especialmente para las generaciones, como la mía, que no tuvieron el privilegio de conocerlo. Su vida fue un testimonio de coraje frente a la censura; de integridad frente a la amenaza; de dignidad frente al miedo. Recordarlo no es solo un acto de memoria: es renovar el compromiso con sus principios, y con todos aquellos periodistas que hoy, como él ayer, enfrentan riesgos por ejercer su oficio.
Para la Fundación Guillermo Cano, este premio es más que un homenaje. Es un acto de resistencia y de memoria. Es la reafirmación de que el silencio jamás debe ser impuesto a la fuerza. Es también una promesa: la de seguir protegiendo a quienes se atreven a alzar su voz en nombre de la libertad.
Este año, al conmemorar el centenario del natalicio de Guillermo Cano, reafirmamos nuestro compromiso con ese sueño que él defendió hasta su último aliento: un mundo en el que los periodistas no sean perseguidos, silenciados ni asesinados por cumplir con su deber.
Este premio es, y seguirá siendo, un faro para quienes creen que la verdad importa. Para quienes entienden que no hay paz, ni justicia, ni democracia sin libertad de expresión.
Muchas gracias.